Federico García Lorca: Nueva York rescata a su poeta
Tras dos décadas de investigaciones, sale a la luz el texto original del poemario que el escritor andaluz entregó a José Bergamín semanas antes de ser asesinado
Federico García Lorca
dejaba en la oficina de José Bergamín, en la editorial Cruz y Raya, en
junio o julio de 1936, unas semanas antes de ser asesinado por el bando
nacional en el arranque de la aciaga Guerra Civil, el original de Poeta en Nueva York,
obra cumbre de la poesía española del siglo XX en la que el escritor
pasmó las alucinantes sensaciones que le había causado su estancia en la
ciudad como estudiante de la Universidad de Columbia en el curso
1929-1930. Ya no llegó Federico García Lorca
a ver este libro único impreso, que se editó póstumamente en 1940 y que
solo ahora, en el lejano 2013, ha tomado forma definitiva con la publicación en el sello Galaxia Gutenberg de la primera edición basada en ese original que Federico García Lorca
entregó a Bergamín. El hispanista británico Andrew A. Anderson,
profesor en la Universidad de Virginia, es el responsable de la
resurrección de los 35 poemas que componen este texto sin precedentes.
¿Pero por qué pasaron casi 80 años para que los lectores podamos sumergirnos en la versión primigenia de esta obra de Federico García Lorca?
El profesor Anderson relata desde Virginia las peripecias que sufrió el
manuscrito, que pasó de mano en mano hasta llegar, en el 2003, a la
Fundación Federico García Lorca:
«Después de utilizar el original para su edición de la Editorial Séneca
en México D.F. en 1940, Bergamín se lo regaló a Jesús de Ussía, un
amigo que había invertido dinero en Séneca. Cuando Ussía salió del país,
dejó algunas cosas con un pariente suyo, Ernesto Oteyza, entre ellas el
original. Ussía murió sin jamás recuperarlas. Oteyza pasó lo que tenía
en casa a la viuda, Rafaela Arocena. Años después, ella regaló el
original a Manolita Saavedra, una actriz mexicana hija de padres
republicanos exiliados. Ella vivía en Cuernavaca. El original permanece
allí durante muchos años, hasta que casualmente, en una conversación de
sobremesa, ella descubre que es algo que los investigadores están
buscando desde hace años. En 1999 sale a subasta. La Fundación Federico García Lorca lanza un pleito, en parte basado en esta cuestión: cuando Federico García Lorca
dejó el original para Bergamín en su despacho ¿él se lo regaló o solo
se lo entregó? El original sale a subasta una segunda vez en el 2003, y
la fundación lo compra. Este es el original que he utilizado para mi
edición, que es la primera que se ha preparado de esta manera desde la
edición Séneca de 1940, basada directamente en el original».
¿Qué novedades aporta esta edición del texto de Federico García Lorca,
por ejemplo, respecto a la edición de bolsillo de Cátedra? «No hay
grandes cambios o novedades. Más bien se trata de precisiones, de
detalles, de exactitud», aclara Anderson. Pero sí se fija por primera
vez el texto, del que circulaban ciertas variantes desde las ediciones
de Séneca y Norton en 1940. «Todas las ediciones que han salido en el
ínterin -explica Anderson-, o bien se han basado directamente en Séneca,
o bien han intentado reconstruir el texto comparando los textos de
Norton y Séneca. Con la reaparición del original, ya no ha necesidad de
hacer esto. Sabemos exactamente qué poemas quería incluir Federico García Lorca, su posición exacta dentro de las diez secciones, y la versión textual de cada uno».
Recalca Anderson que prefiere no hablar de
«edición definitiva». «Eso no se puede decir de ningún libro póstumo.
Sin duda, sin el estallido de la guerra y los sucesos que lo siguieron, Federico García Lorca
habría seguido consultando con Bergamín, y habría introducido cambios
cuando corregía las pruebas. La mía es una edición definitiva, pero
solo en términos relativos, en el sentido de que es la edición basada no
en la última voluntad absoluta del poeta, pero sí en la última voluntad
atestiguada de él. Federico García Lorca deja el original en el
despacho de Bergamín en junio o julio de 1936. No lo vuelve a ver ni a
tocar. En este sentido, el original representa sin lugar a dudas el
último punto textual al que ha llegado la elaboración del libro, desde
1930 hasta 1936», argumenta el profesor Anderson.
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